Sonrisas y desdichas

16 diciembre, 2023 0 Por espiritasmadrid

Artículo redactado por Juan Miguel Fernández

A pesar de lo que muchos puedan pensar, la vida, queridos amigos no es “ji jí, ni ja já”, ya que está llena de dificultades para aquellos que nos encontramos por nuestra condición evolutiva, actualmente encarnados en este mundo de expiaciones y pruebas, que como bien sabemos nos sirve de cuna para reparar a través del aprendizaje y progresar espiritualmente, en esta escuela.

Todos debemos superar las pruebas que nos fueron impuestas por necesidad, o que elegimos en el Mundo Mayor antes de reencarnar una vez más.

Es cierto que ayudados por entidades espirituales afines, la mayoría de nosotros conseguiremos avanzar en esta nueva experiencia, pero también es cierto que muchos compañeros nuestros de viaje, sucumben y no consiguen cumplir con las propuestas y compromisos. Entre los flagelos que se abaten sobre la Humanidad, se destacan como uno de los más lamentables la locura y el suicidio, que cercenan innumerables existencias humanas, demostrando la carencia de muchos de los valores morales de la actualidad. El suicidio, es este fenómeno que avanza progresivamente en nuestro entorno día a día, siendo un cúmulo de situaciones mal gestionadas que provocan un sufrimiento que la persona no sabe resolver.

El Espíritu de Juana de Angelis, a través de la psicografía de Divaldo P.Franco nos dice en su libro “Recetas de Paz”:

Como fenómeno psíquico, estudiado ampliamente por las ciencias de la mente y del comportamiento, el suicidio se viene expandiendo en todas las épocas y especialmente en nuestros días, generalizándose en todas las clases sociales en las cuales se adiestran las criaturas.

Nada hay que lo justifique, ni existe motivo alguno en el área de la razón y del conocimiento, que lo muestre como la solución legítima para los problemas-desafío, que todos enfrentan en la marcha ascensional”.

La misma Organización Mundial de la Salud (OMS), es consciente de que es un fenómeno de salud pública. Y cuando hablamos de la salud no debemos olvidar que el Espíritu es la parte fundamental en la vida de cada uno de nosotros.

Debiéramos hacernos una pregunta “¿por qué nos abandonan?” Nos atrevemos a contestar: “Por falta de conocimiento espiritual”. ¿Cómo es posible que según datos estadísticos casi 3.700 personas se quitaron la vida voluntariamente el pasado año en nuestro País, sin contar que cerca de otras 8.000 lo intentaron?

La inestabilidad emocional, acondicionada a la incertidumbre por el futuro, creando neurosis, psicosis, etc. alejando al hombre, cada día más, del pensamiento espiritualista y mucho más de la idea inmortalista del concepto religioso, influye considerablemente.

El psicólogo clínico Javier Jiménez, de la Asociación de Investigación, Prevención e Intervención del Suicidio (AIPIS), creada en 2.009, nos dice “Hay suicidios entre las más de 8.000 muertes registradas como accidentales por precipitación, ahogamiento, sobre ingesta de medicamentos, envenenamiento o en carretera”. Él explica que para demostrar un suicidio, dependiendo del método utilizado, hace falta que alguien lo haya visto y lo testifique ante la comisión judicial o que se le entregue una nota de despedida. Realmente, menos de un 20% de los suicidas dejan una nota de despedida y tampoco se practican lo que se llama “autopsias psicológicas” es decir, no se indaga en las posibles causas que llevaron a esa persona a acabar con su vida.

Estamos hablando que la cifra en España está, por ejemplo, por encima de los que perdieron la vida en accidentes de coches, ya que suponen al día 10 suicidios.

Generalmente ocurre en personas con uno o más factores: Depresión, consumo de drogas o alcohol, trastorno bipolar, esquizofrenia, melancolía, tristeza, cuestiones que conectan con problemas serios a nivel financiero o en las relaciones interpersonales. Los médicos ven como día a día tienen que recetar a sus pacientes más antidepresivos.

También las personas que intentan suicidarse con mucha frecuencia tratan de alejarse de una situación de vida que parece imposible de manejar. Muchas de las personas que cometen intento de suicidio están buscando alivio por sentirse avergonzados, culpables o a veces una carga para los demás. Perciben el sentimiento de rechazo y se sienten victimas en el convivir con sus seres queridos.

Naturalmente en cuanto a las causas, el suicidio es un fenómeno muy complejo en el que inciden de manera determinante las circunstancias personales. No obstante volvemos a insistir, pensamos que la falta de espiritualización de la persona es fundamental a la hora de tomar esta determinación.

Se ha realizado en los EE.UU un estudio analítico de los últimos 200 años y éste nos comenta que tradicionalmente las tasas de suicidio entre los militares descendían en periodo de guerra, pero esa tendencia comenzó a cambiar en Vietnam y ha empeorado durante los conflictos de Afganistán e Irak. Más de 45.000 miembros del Ejército de los Estados Unidos se han quitado la vida en los últimos seis años. Las estadísticas reflejadas en la última década reflejan una preocupante tendencia al alza, tanto entre soldados en activo como en veteranos. No obstante las autoridades militares son conscientes de que estudios similares apuntan a que el problema no es exclusivo de las fuerzas armadas norteamericanas. De hecho, ni siquiera se trata de un problema del ejército, la tasa de soldados es, más o menos, la misma que el resto de la sociedad, pero eso no es ningún consuelo. Los expertos recuerdan que cualquier estudio relacionado con el suicidio es complejo, dado que es una decisión que resulta de muchos factores, personales y ambientales.

Allan Kardec nos muestra en su libro “El cielo y el infierno, o la justicia divina según el espiritismo”, perteneciente a la Codificación Espírita, donde el Espíritu de San Luis nos transmite “que sobre todo, en los suicidios, la muerte es una situación verdaderamente penosa, pues el cuerpo, reteniendo al periespíritu por medio de todos sus tejidos, transmite sus convulsiones por medio de éste al alma, la que siente los atroces sufrimientos propios de tal estado. Por lo que la situación del Espíritu en ese momento de la muerte puede resumirse de la siguiente manera; El espíritu tanto más sufre, cuanto más lento fuese el desprendimiento del periespíritu. La rapidez del desprendimiento guarda relación con el grado de progreso moral del Espíritu. Para el Espíritu desmaterializado, cuya conciencia es pura, la muerte es como un sueño de algunos instantes, exento de todo sufrimiento, y cuyo despertar es plácido y dulce.

Sin embargo en la muerte violenta, las condiciones no son siempre las mismas. Ninguna desagregación parcial ha podido ocasionar una separación anticipada del cuerpo y el periespíritu. La vida orgánica, con toda su fuerza, se detiene rápidamente; la separación del periespíritu no se inicia, pues, sino después de la muerte y, en este como en los demás casos, no se cumple instantáneamente. El Espíritu, sorprendido de improvisto, se siente confuso; más, al percibir que piensa, se cree aún vivo, y esa ilusión persiste hasta que pueda tomar conocimiento de su nuevo estado. Aquí se presenta una variedad de situaciones y matices, según el carácter, los conocimientos y el grado de adelantamiento moral del Espíritu. Ese periodo es de corta duración para aquellos cuya alma se halla depurada. Otros casos, en cambio, pueden prolongarse hasta años. Este último caso es muy frecuente, aun en las muertes ordinarias, y para algunos no tiene nada de penoso, conforme a las cualidades del Espíritu. Pero para otros, es una situación terrible.

En la Revista Espírita encontramos varios casos que se conocieron de suicidas, puesto que estos se manifestaron después de ser evocados en las reuniones mediúmnicas realizadas por la Sociedad Espirita de París a lo largo del tiempo, que nos ponen en antecedentes de sus desdichadas situaciones. Ejemplos que no debemos omitir.

Muchos de los complejos que acompañan al Espíritu del suicida al volver a encarnar, manifestándose como reminiscencias mentales y vibratorias que lo traumatizan generalmente por largos periodos es el recuerdo de su desencarnación.

Sabemos por el estudio de la Doctrina Espírita que en principio, el hombre no tiene derecho a disponer de su vida, dado que ella se le ha dado con la mira de los deberes que debe cumplir en la Tierra, razón por la cual no debe abreviarla bajo ningún pretexto. En razón de poseer libre albedrío, nadie puede impedírselo, pero sufre siempre las consecuencias. El suicidio más severamente castigado es aquel que se ejecuta en un acto de desesperación y con el objetivo de liberarse de las miserias de la vida. Como estas miserias son a la vez expiaciones y pruebas, sustraerse a ellas equivale a retroceder ante la tarea que se había aceptado, así como a la misión que se tenía que cumplir.