Divaldo P. Franco

21 octubre, 2023 0 Por espiritasmadrid

Artículo redactado por Juan Miguel Fernández Muñoz

La abnegación y renuncia de este ser extraordinario que dedica su vida en beneficio de sus semejantes, ha sido la pauta de su constante caminar.

Sus padres Francisco y Ana, una familia humilde, le recibieron junto a sus 12 hermanos en Feira de Santana, ciudad situada a 108 km. de Salvador, Bahía, en 1927. Surgen desde su niñez recuerdos de la presencia de Espíritus de manera natural que el confunde con las personas comunes. Es por ello que su infancia estuvo llena de situaciones desdichadas y que la serenidad de su marcado carácter, le ayudaron a superarlas una y otra vez.

En su juventud escuchaba las palabras amigas indicándole que “Todo, todo pasa en la vida efímera de los sentidos: la riqueza, las alegrías, los honores, las vanidades, lo amores ardientes, solo no pasa la fe en las verdades eternas, no pasa la luz de la Espiritualidad, no pasa el amor de Dios. Aquellas palabras procedían de la voz de Manuel Vianna de Carvalho.

También percibía vagamente una imagen luminosa, algo así como un bulto deslizándose suavemente en su entorno. No sabía identificarla, pero tenía la certeza de que se trataba de un Espíritu Amigo. Así, el 5 de diciembre de 1945, Juana le declaraba ser la amiga que venía para auxiliarle en las tareas de su actual existencia, pidiéndole que aguardase un poco más, con calma y confianza.

En ese tiempo junto con un grupo de compañeros y amigos que desarrollaban un núcleo de trabajo espiritual, crean el “Centro Espírita Camino de Redención”. Era el 7 de septiembre de 1947, ya había sido lanzado a tierra el grano de mostaza.

Cierto día, a finales de 1948, regresando en tren desde la pequeña ciudad de Plataforma, en compañía de Nilson de Souza Pereira, de repente Divaldo, al cruzar un trecho de ferrocarril, tuvo una visión inolvidable. En el desdoblamiento que en ese momento se manifestó en él, observó en la tela espiritual, una amplia extensión de terreno, con una abundante arboleda y con muchos niños que jugaban en diversos bloques de hogares. Un señor canoso, de edad, cuidaba atento de aquellas criaturas. Súbitamente percibió que las maneras, el rostro, el aspecto de aquel señor de cabellos plateados eran sus propias facciones ya envejecidas. La sorpresa fue enorme en razón de lo inusitado del fenómeno. Aún no restablecido del espanto, una voz, que claramente se hizo oír, dijo: “Esta es la tarea que debes ejecutar. Si te satisface, debes dedicarte al trabajo recuperador junto a los corazones infantiles para atender al gran numero de necesitados, contribuyendo de alguna forma a la edificación de un mundo mejor y más feliz”. Desaparecida la visión y cesada la voz, volvió a la normalidad, pero con el acontecimiento grabado intensamente en la memoria, y narrando a Nilson todo cuanto había ocurrido.

Unas semanas después en enero de 1949, en una sesión mediúmnica, una venerable entidad le incorporó abordando el tema de la tarea que debía ser ejecutada para ayudar al menor necesitado. El pequeño grupo de compañeros presentes en la reunión se adhirió de manera receptiva al nuevo plan de trabajo. Y por una inspiración de la misma Entidad que incorporaba a Divaldo fue sugerida la denominación de “Mansión del Camino” en homenaje de veneración a los trabajadores de la primera hora cristiana en el mundo.

Se adquirió, entonces, una amplia casa de tres pisos, en Salvador, donde pasaron a recibir adoptivamente a los primeros niños necesitados. La experiencia fructificó; sin embargo, transcurrido algún tiempo los Amigos Espirituales les orientaron a experimentar la técnica de reunir a los niños en hogares-familia.

En 1955, por invitación de un amigo, fueron a ver un terreno existente en la periferia de Salvador. Al llegar al lugar emergió nítidamente en su tela mental la misma visión que percibió en el tren en 1948. Las características del terreno eran iguales, con muchos árboles frondosos, faltando los edificios que había observado entonces.

De conformidad con la dirección de la Mansión, decidieron esforzarse para adquirir el terreno y tras comenzar las construcciones de las unidades-hogares en 1960 trasladaron a los niños al barrio de Pau da Lima. Hoy ese proyecto se ha convertido en un complejo de 50 edificios a lo largo de 78.000 m2., donde asisten actualmente a más de 5.000 personas diarias, siendo la “Mansión del Camino” una de las Instituciones sociales más importantes de Bahía.

Volviendo en el tiempo, la espera que le había sugerido el Espíritu amigo, duró 11 años. En 1956, finalmente le comunicó que adoptaría uno de sus nombres: Joanna de Ángelis y que sería su mentora espiritual. A partir de esta fecha muchos de los cerca de los 300 libros editados mediumnicamente por Divaldo han sido transmitidos por ella. Otros Espíritus, Marco Prisco, Amélia Rodrígues, Manuel Philomeno de Miranda, Victor Hugo, etc. le han dictado las obras que han sido publicadas.

En agosto de 1967 Divaldo visita Madrid por primera vez y tras tres días de estancia en la capital de España regresa a Brasil sin conseguir ningún contacto con espiritistas españoles. Al regresar, su amigo el periodista y escritor Wallace Rodríguez Leal de San Paulo, le informa que en diversas ciudades españolas existen espíritas discretos, incluso espíritas brasileños que habían descubierto las tumbas de Amalia Domingo Soler y José María Fernández Colavida, ocultas tras una pared en el cementerio de Montjuic de Barcelona. Contacta Divaldo por correspondencia con una señora que había sido la secretaría de Amalia Domingo Soler, ayudándola en su obra, y con su colaboración, se retira el muro que ocultaba las tumbas, dando a conocer públicamente sus sepulcros. Colocando una placa en nombre de los brasileños.

También consigue conectar con algunas familias espiritistas, pertenecientes a un mismo grupo: Don Liborio Calvo de Zaragoza, Manuel Gené de Reus, padre de nuestro querido Santiago Gené, las familias Santamaría y Pura Argelich de Barcelona. Iniciando su comunicación a través de la correspondencia con ellos.

En 1970 retorna a Madrid, y caminando por la Gran Vía, escucha una voz que le dice “telefonea a la Doctora Paz y Pérez, pidiéndole que te abra las puertas del Espiritismo subterráneo español”. Después de telefonearla y encontrarse con la fisioterapeuta, ella consigue reunir unas pocas personas en la casa de una señora costurera. En el momento en que estaban “charlando” en una habitación, llega un señor, una dama y un perro grande.

Terminado el encuentro el señor se presenta llamándose José Armenteros, propietario de una librería en la Plaza de España, donde vendía a veces libros espíritas adquiridos en Argentina y que entraban vía Portugal. En esa misma noche ya fueron a casa de la señora y realizaron el estudio del Evangelio. Al siguiente día dictó una charla en una de las habitaciones de la librería, repitiéndose tres días más con la afluencia cada vez mayor de personas interesadas. Posteriormente viajó hacía Barcelona y fue huésped de la familia de David Santamaría, conociendo a las otras familias, ya que algunos de ellos llegaron procedentes de Zaragoza y Reus, fortaleciendo así los lazos de amistad y conocimiento espírita.

En 1977 retornó nuevamente a Barcelona siendo entrevistado por la Revista KARMA-7. Y organizado por el Grupo de Barcelona, actualmente “Centre Barcelonés de Cultura Espírita”, el 28 de mayo, tiene lugar el primer acto público espiritista después de 40 años de silencio impuesto por la dictadura franquista, pronunciando oficialmente una conferencia, con el permiso del Gobierno Civil de Barcelona, hablando ante más de 200 personas, que no sin recelo, llenaron la Sala de Actos de la Casa del Algodón, con el tema “Parapsicología y Reencarnación”. Estuvo acompañado por Nilson de Souza Pereira y Francisco Thiesen, presidente entonces de la Federación Espírita Brasileña.

Posteriormente conoce a Rafael González Molina y a Manuela Morata, su esposa, y se inician los trámites para realizar las conferencias en Madrid y otras ciudades españolas. Naciendo de esta manera la Federación Espírita Española. Desde entonces su constante presencia en nuestro País a través de sus giras y Congresos, trayéndonos la experiencia y el conocimiento han sido la fuente y la fuerza de las que nos hemos impregnado los espiritistas españoles. La Federación Espírita Española, y todos aquellos que nos encontramos inmersos en el Movimiento Espírita Español, reconocemos en Divaldo Pereira Franco, a lo largo de tantos años, su sacrificio, ayuda y el apoyo que hemos recibido junto con su generosidad y cariño.

Francisco Cándido Xavier dijo: “Divaldo es el sembrador que tomó las semillas sublimes de la palabra y salió a sembrar.”

Un millón de gracias Divaldo.