Biografía de Léon Denis

7 octubre, 2023 0 Por espiritasmadrid

Artículo redactado por Juan Miguel Fernández Muñoz

El tiempo muchas de las veces se detiene y nos sirve entonces para rememorar las experiencias de nuestras vidas que posiblemente han pasado desapercibidas sin llegar a valorarlas debidamente, a pesar de haber vivido multitud de situaciones con gran intensidad.

La ocasión en que León Denis, ese hombre de baja estatura, de voz grave, ojos azules, de grandes bigotes, con la barba blanca debido ya a su edad, salió de su casa para llevar a la imprenta la última parte de su manuscrito “El Genio Céltico y el Mundo Invisible”, fue el 31 de marzo de 1.927 y no pudo imaginarse que ya no volvería a tener la independencia de movimientos que había gozado durante 81 años, ya que el 12 de abril de 1.927, en París, apenas unos días después, desencarnaría como consecuencia de las complicaciones de una neumonía.

Este intervalo sirvió para analizar, evocar, recordar y añorar tantas vivencias que le enriquecieron y que también marcaron su vida.

Él que había nacido en Foug (Francia) el 1 de enero de 1.846 rememoró como su infancia había transcurrido en una vivienda modesta custodiado por sus padres, con todas las dificultades que entonces su familia tenía para subsistir, debido a la inseguridad del trabajo de su progenitor José Denis.

Contando 9 años de edad, L. Denis, que solo había recibido la educación de su madre Ana Lucia, y tras lograr por muy poco tiempo el amparo y la enseñanza de un Maestro, el Sr. Haas, se vio obligado a dejar sus estudios por el constante traslado laboral del cabeza de familia.

Por fin, transcurrido el tiempo, ésta se instala en Tours y L. Denis con 16 años de edad se emplea en una fábrica de loza para ayudar económicamente al mantenimiento del hogar, teniendo la posibilidad de asistir a clases nocturnas. Más tarde y con un gran esfuerzo consigue un empleo en las oficinas de una empresa de cueros. Poco a poco su responsabilidad se incrementa pasando a ser la base de la economía familiar.

En estos años, en los que había demostrado su inteligencia y dedicación, estudiando por las noches, se interesó por la geografía, la historia y las ciencias naturales que le fascinaban, adquiriendo, dentro de sus posibilidades, libros y atlas, que le sirvieron para copiar mapas y planos con una gran destreza.

1.864 fue una fecha fundamental para su vida. Desde niño era muy aficionado a contemplar los escaparates de los libreros. Contaba entonces 18 años, cuando despertó su interés una obra cuyo título “inusitado” y “turbador” decía “EL LIBRO DE LOS ESPÍRITUS”. “Lo compré al instante y apuré su contenido, hallé en él una solución, clara, completa y lógica del problema universal. Mi convicción fue sólida, la teoría Espiritista disipó mi indiferencia y mis dudas”, comentó en su día. Su madre que vigilaba sus lecturas y que León Denis leía a escondidas, también fue partícipe del contenido del libro.

A partir de ese momento, cuando ya se realizaban veladas y reuniones sociales alrededor de una mesa para obtener fenómenos, puesto que también estaban de moda en Francia como en Estados Unidos las llamadas “mesas danzantes”, comienza su experimentación con algunos jóvenes amigos, buscando una confirmación sobre aquello que los espíritus a través de la Doctrina Espírita transmitían, pero los resultados no fueron los esperados y comprendió que había estado expuesto a los peligros de una mala práctica.

A mediados de 1.867 Allan Kardec programa una serie de conferencias visitando Burdeos, Tours, Orleans, que sirve para que L. Denis participe en el encuentro de Tours. Kardec debía hablar sobre la “obsesión” y para ello se había alquilado una sala con capacidad para 300 personas, pero a última hora la Prefectura no autorizó la reunión y Denis fue designado curiosamente para orientar a los asistentes hacia la dirección del nuevo lugar donde por fin se realizaría.

Ese día Tours pasó a la historia por ser la ciudad donde el Maestro Kardec pronunció su única conferencia a la luz de las estrellas, ante más de 300 personas, que la escucharon de pie, en la finca de un amigo espiritista, y que marcó el futuro espiritual de Denis que tuvo varios encuentros con Kardec en los años siguientes, cuando éste regresó de nuevo a su ciudad.

Crea un grupo mediúmnico del que fue secretario, aunque los resultados tampoco fueron suficientemente gratificantes, quedando interrumpido por la conmoción de la guerra provocada por la invasión alemana en 1.870. Denis se alista en el ejército llegando a la categoría de subteniente, sin abandonar su vocación por los estudios y las lecturas.

Llegan las negociaciones de paz y L. Denis se reintegra a su trabajo e ingresa en la Logia masónica de los Demófilos, donde se destaca por los temas presentados en sus conferencias, que en ese tiempo interesaban muchísimo por tratarse de la Libertad y el Patriotismo.

Al mismo tiempo continúa con su actividad con el grupo mediúmnico y poco a poco va desarrollando su psicografía y comienza a tener también manifestaciones de videncia. Más tarde y en diferentes sesiones, se expresan las entidades espirituales “Sorella” y “Durand” con el ánimo de apoyarle en sus estudios y consejos morales respectivamente, aunque es el apóstol checo, quemado en el Concilio de Constanza en 1.416, Jerónimo de Praga, quien se convertiría en su guía espiritual durante 50 años llamándole “mi hijo” y Denis con sumo respeto “mi padre”.

Su trabajo comercial le obliga a partir de 1.876 a viajar, realizando así el sueño de su infancia: ver otras tierras, otros hombres, otras costumbres, y aprovecha estas oportunidades para llevar su palabra suave pero severa, sencilla y clara a todas las ciudades de Francia y el extranjero, iniciando así su apostolado, manifestándose como el más firme defensor de la tesis kardeciana en todos los Congresos en los que colabora, ante las principales escuelas: teosófica, cabalista y rosacruces entre otras, obteniendo un gran prestigio y despertando el aplauso entusiasta de los presentes.

En 1.880 comienzan sus primeras publicaciones relatando sus recuerdos de viajes en cuentos y novelas cortas que fueron muy aceptadas. Y seguidamente en 1.882 inicia su labor de divulgador espírita participando activamente como orador y escritor que mantuvo con una labor muy intensa durante más de 20 años. En 1.889 asistió al Primer Congreso Espiritualista Internacional, en 1.900 estuvo presente en París en el Segundo Congreso siendo nombrado Presidente y en el Tercero, celebrado en Lieja (Bélgica) en 1.905, ya era llamado “El Apóstol del Espiritismo”.

En el paréntesis de esos días, desconectado del exterior, evocó también la amistad que mantuvo con sus amigos Charles Richet, Arthur Conan Doyle, Camille Flammarion, Gabriel Delanne, Jean Meyer, etc. y su gran pasión, sobre la que tenía verdadera veneración, Juana de Arco, de ahí su libro al que llamó “mi hija”.

El instante de la alegría sabemos que es muy fugaz, pero él supo rodearse de sus gatos que le adoraban, de su música que era fundamental a la hora de escribir sus conferencias, de su piano donde el volcaba con mucha corrección viejas arias de ópera, y añoró también que tuvo que renunciar a constituir su hogar, por asegurar el futuro material de sus padres, a pesar de estar enamorado de una joven dama, que le correspondía.

Debido al uso del “quinqué de gas” que utilizaba con luz deficiente y para sus estudios por la noche, sufrió la pérdida de visión y ceguera desde su juventud, apoyándose en la lectura Braille en sus últimos años, lo que no le privaba de su imaginación que trasponía los mares, franqueando los montes, evadiéndose así de los estrechos círculos en que vivía.

Su obra permanecerá latente en nosotros y máxime recordando una de las frases pronunciadas ante 5.000 personas, siendo Presidente del Congreso Espírita de París el 13 de septiembre del año 1.925: “Fue gracias a nosotros que los sabios entraron en nuestras vías, en el estudio del mundo invisible; fue gracias a nuestros estudios y a nuestras investigaciones. ¿Quién fue, en fin, que habló en primer lugar, en los tiempos modernos, del fluido, de la mediúmnidad, del cuerpo astral? ¡Fueron los espíritas!”