Los centros de fuerza

9 agosto, 2019 2 Por espiritasmadrid

La Doctrina Espírita nos enseña a través de su amplio saber que el ser humano está constituido por la unión de tres principios: 1º EL ALMA O ESPÍRITU, causa de la vida psíquica; 2º EL CUERPO, envoltura material a la que el alma está temporalmente asociada durante su paso sobre la Tierra; 3º EL PERIESPÍRITU, substancia fluídica que sirve de lazo entre el alma y el cuerpo por medio de la energía vital. Del estudio de este organismo se han adquirido conocimientos nuevos que nos permiten explicar las relaciones entre ambos la idea directriz que preside la formación de todo individuo:la conservación del tipo individual y específico a pesar de los cambios perpetuos de la materia y el complicado mecanismo de la máquina viviente.

Cuando la sustancia fluídica del Periespíritu cesa, dejan los órganos de funcionar, se retira el principio vital, y el espíritu abandona el cuerpo. Entonces las células físicas dejan de formar un conjunto compacto y, al no tener ya una dirección común, tienden a separarse; es entonces cuando sobreviene la descomposición de la ya vacía envoltura carnal.

El Periespíritu, denominado también por otras filosofías de oriente y occidente como cuerpo astral, envoltorio o cuerpo bioplasmático, está compuesto de la quinta esencia de los elementos combinados de las encarnaciones anteriores. Evoluciona y progresa con el alma y es tanto más sutil y menos material cuanto más elevado y perfecto es el individuo. El Periespíritu asegura la conservación de la indiviualidad, fija los progresos ya conseguidos, es decir, sintetiza el estado de avance del ser.

El vehículo periespiritual está regido por siete “Centros de fuerza” o “Chakras” según el lenguaje de Oriente, que tienen el doble cometido de dar vialidad a nuestro cuerpo físico y hacernos percibir físicamente el mundo fluídico o mundo espiritual que nos rodea y nos influencia. Vibrando en sintonía unos con otros al influjo del poder directriz de la mente, establecen para su uso un vehículo de células eléctricas.

La vitalidad con que estos “Centros de fuerza” o “Chakras” impregnan nuestro organismo es lo que hace que éste sea un conjunto armónico con un denominador común; la voluntad del Espíritu. Aquí vemos hasta que punto puede influir la situación o estado moral del espíritu sobre la salud física del individuo.

André Luíz, este espíritu de Luz que se comunicaba con Chico Xavier, nos confirma los siete “puntos energéticos” del Organismo Psicosomático con él lo define:

EL CORONARIO, percibiendo en primer lugar los estímulos del espíritu, es el principal, donde se almacenan las experiencias quedando en el subconsciente, sede y domicilio de la mente o consciencia. Por eso, al investigar sobre vidas pasadas se encuentra la información.

Controla el sistema nervioso. Coincide con la atrofiada glándula pineal y nos comunica, una vez en completo desarrollo, directamente con el plano mental. Su vivificación da esa aureola de luz amarilla que los antiguos pintaban alrededor de la cabeza de los santos. Su despertar total permite al ser salir y entrar en el cuerpo físico con toda claridad y pleno conocimiento de ello. El despertar de este “centro de fuerza” de colores inimaginables es, en fin, el que nos da la conciencia física de la realidad de lo que somos: ESPIRITUS. Estabiliza y organiza el metabolismo y de él parte la corriente de energía hacia otros centros.

EL FRONTAL, situado entre las cejas, ordena las percepciones que en el cuerpo físico constituyen la visión, la audición, el tacto y la vasta red de procesos de la inteligencia con relación a la palabra, a la cultura, al arte, al saber. Nos ofrece también la visión de planos de seres mucho más elevados, y en el inicio de esta facultad solo se perciben, junto a la sensación de la presencia de alguien, colores y vagas formas vaporosas, que poco a poco se van definiendo, pudiéndose ver claramente la forma y naturaleza de la videncia.

A continuación destacamos el CENTRO LARINGEO que preside los fenómenos vocales. Su fuerza controla las actividades del timo (glándula endocrina), de la tiroides y de la paratiroides, así como la palabra, los tonos y la respiración. Une el pensamiento con la emoción y riega el cerebro con sus rayos.

Después identificamos el CENTRO CARDIACO que sustenta los servicios de las sensaciones, la emoción, el altruismo, la nobleza, el amor y el equilibrio general. La circulación de la sangre es otro de sus cometidos.

Prosiguiendo, señalamos el CENTRO ESPLÉNICO que en el cuerpo físico está situado en el bazo, controlando el páncreas y regulando la distribución adecuada a los recursos vitales por todos los rincones del vehículo que nos servimos. En otra función hace recordar los viajes astrales que efectuamos mientras dormimos. Una vez desarrollado este centro nos da la posibilidad de poder viajar astralmente siendo conscientes de ello.

A través del CENTRO GÁSTRICO, llamado PLEXO SOLAR porque es radiante como un sol, se verifica el estomago y la asimilación de los alimentos, así como todo lo relacionado con el intestino y riñones. Cuando se despierta el cuerpo astral hace percibir toda clase de influencias astrales, tanto si son positivas como si son negativas. Esta es la causa de que las contrariedades, los odios, los deseos de venganza, cualquier sensación pasional intensa, se sienta precisamente en la parte que vivifica este centro, es decir en la alteración y el “retorcimiento” del estómago y los intestinos.

Y, por fin, tenemos el CENTRO GENÉSICO. Es el templo “modelador de formas y estímulos”. Situado en la parte de los genitales, le concierne todo lo relacionado con el sexo.

Cuando nuestra mente, por actos contrarios a la Ley Divina, perjudica la armonía de cualquiera de esto focos de fuerza de nuestra alma, naturalmente se esclaviza a los efectos de la acción desequilibrante, obligándole al trabajo de reajuste. No debemos olvidar que nuestro cuerpo sutil, así como el cuerpo de carne, es creación mental en el camino evolutivo, constituido con recursos tomados transitoriamente por nosotros de los graneros del Universo, medio del que nos servimos para ambientar, en nuestra individualidad eterna, la divina luz de la sublimación, con la que nos cabe demandar las esferas del Espíritu puro.

Todo el trabajo de la mente en el espacio y el tiempo se vale de millares de formas a fin de purificarse para la Gloria Divina.

Juan Miguel Fernández Muñoz